Ayer se celebró la inauguración de mi propia Clínica de Fisioterapia, un sueño hecho realidad en el que me acompañaron más de 200 asistentes…una locura!! Entre todos ellos, amigos, familiares, pacientes, compañeros de profesión, vecinos de mi barrio de toda la vida, etc… Agradezco una vez más que me acompañaran en un día tan especial.
Ahora bien, antes de pasar al deseado catering, hice que gran parte de los asistentes (no todos porque la mitad no cabían en la sala según me informaron) prestaran atención, mucha atención, a lo que les quería comunicar. Para algunos una estrategia de marketing, para mí, la necesidad de que todo el mundo que disfrutara después del suculento catering tuviera claro qué significa mi proyecto, a quién va dirigido, qué profesionales forman parte de él, de qué especialidades dispone la clínica para poder ayudar a sus pacientes así como los objetivos, los valores y los principios de actuación. Independientemente de la carga emotiva de mis palabras durante la presentación, no dudo en que a todos los asistentes les quedó bien clara la seriedad y profesionalidad del proyecto. Algo hecho por y para las personas y centrado en la resolución de problemas y el beneficio de la salud.
No me iba a quedar sin empezar con una parte reflexiva. Alguno que otro al ver la primera diapositiva se quedó con cara de «¿esto qué es?» cuando les mostré una de las obras renacentistas que más éxito ha tenido durante siglos y que todavía en la actualidad sigue despertando un gran interés: el hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci.
Esta obra me ha llamado la atención, curiosamente, desde que era muy pequeño. La he visto por todos los sitios desde que tengo uso de razón. En muchas ocasiones en consultas médicas, en libros, en películas, en anuncios publicitarios, en muchas cosas que guardan una relación con el cuerpo humano. El hombre de Vitruvio representa una figura masculina desnuda en dos posiciones sobreimpresas de brazos y piernas inscritas en una circunferencia y un cuadrado. Realmente es un estudio matemático de las proporciones del cuerpo humano (también se conoce como «Canon de las proporciones humanas») inspirado en los textos de Vitruvio, un arquitecto de la antigua Roma. Este estudio de las proporciones matemáticas del cuerpo humano en el Siglo XV se ha considerado como uno de los grandes logros del Renacimiento.
Si consideramos qué significan las matemáticas en el cuerpo humano lo tenemos muy fácil: la perfección, la simetría, el equilibrio…y de ahí, por una falacia que Eduardo Fondevila nos describiría muy bien, al universo en su conjunto. Pero desde un punto de vista filosófico dirigido al ser humano en sí, esto es un disparate. El ser humano es algo mucho más complejo que un conjunto de tronco, brazos y piernas con medidas perfectas en una imagen estática (si lo extrapolamos al tema postureo en redes sociales nos podemos dar cuenta de cuánto daño ha hecho esto). Un ser humano debe poder ser imperfecto, debe poder ser asimétrico y debe poder adaptarse perfectamente a su entorno. Esto ya lo sabemos pero, ¿para ello que suele utilizar?: el movimiento.
Esto me dió la idea de que mi imagen corporativa debía huir de esta perfección y, sobre todo, de la imagen tan típica de unas manos sobre la espalda de alguien tumbado en una camilla. Primero que como profesionales se sigue dando la imagen del aplicador de técnicas manuales como el masaje por el simple echo de que la gente lo reconoce mejor (esto sería en plan «ven a mí que yo soy el que da masajes») y, segundo, porque no se muestra el paradigma del movimiento como nuestra marca de identidad y se sigue perpetuando la imagen del «equilibrio» en un paciente tumbado pasivamente en una camilla. Sí, seguiré aplicando terapia manual porque no deja de ser una herramienta muy útil en mi práctica clínica habitual (sí, con razonamiento…) pero siempre fomentando la actividad física como parte fundamental en la recuperación de los pacientes.
A partir de esta pequeña reflexión, solo hace falta pensar en qué puede pensar un paciente con dolor cuando observa una imagen en la cual se representa la simétrica perfección, en la que se muestra un cuerpo humano tumbado con unas manos encima o simplemente unas manos…personalmente pienso que la propia condición humana nos lleva a pensar a todos en lo mismo…¿para qué me voy a esforzar en mi recuperación si otros calman o «curan» mi dolor? Pues dándole un poco de vueltas a todo esto llegamos a lo siguiente.
El monigote (como así lo llamamos) representa precisamente lo dicho, todo ser humano debe poder adaptarse a su contexto con algo tan complejo como es el movimiento y, con cualquier movimiento. Sin miedo a la asimetría o a un movimiento inusual como muestra la imagen. El movimiento es un todo en el ser humano y nosotros, como profesionales del movimiento, podemos ayudar a los pacientes a que lo integren y lo perciban de una forma saludable en su actividad diaria.
Una paja mental la tiene cualquiera…
Jesús Rubio
Fisioterapeuta
Deja una respuesta